Escrito por Javier Rubio ABD de Sevilla
La duda ofende. Tal vez si se hubiera preguntado por cuándo empieza el Domingo de Ramos, cuándo arranca el almanaque hispalense a contar sus días... pero el día más esperado del año no puede empezar de otra forma que en el Porvenir, ¡habráse visto mayor coincidencia entre el espacio y el tiempo!
Por venir está todo en esta semana y más en el barrio edificado para la Exposición Iberoamericana de 1929en torno a la antigua ermita del Prado de San Sebastián, con su cementerio a los pies de la iglesia hoy convertido en respetuoso jardincillo. Como está por venir esa cruz con la que el Señor de la Victoria va a cargar. Venga a nosotros tu paz, que es la Paz que va bajo ese palio de malla que a su vez discurre bajo la malla verde de las hojas recién brotadas del parque. Qué mejor sitio puede haber para empezar este Domingo de Ramos que huele a yerba segada y a sol limpio.
Por dónde va a seguir el itinerario sino por el Salvador, iglesia mayor de Sevilla si no fuera por la locura que cometieron los canónigos de Santa María. A la «rampla», que los nazarenitos de la Borriquita ya empiezan a agitar las palmas, de ellos sí que es el porvenir, por eso serán los primeros en el reino de los cielos que es pedir la primera venia en la Campana. En la plaza hay sitio... hasta cierto punto, pero siempre es mejor que la estrechez de Cuna, tan incómoda. Además, en cuanto hayamos perdido de vista al Zaqueo enano, hay que acortar por la calle Córdoba, para desembocar en la Encarnación. Hay quien prefiere el contraste entre el Señor de la Humildad y Paciencia, sentadito en su peña atribulado, y la altisonante grandilocuencia impaciente de las Setas. Hay gente para todo y, además, vamos bien de tiempo. Si no a la salida, de los Terceros, llegamos a ver la Cena por la calle Gerona: cómo impresiona ese barco eucarístico con el apostolado de Ortega Bru doblando esquinas. A la delicadaVirgen del Subterráneo, sin embargo, le va más Sol como la calle a la que se asoma.
Apretando el paso, todavía llegamos para ver la Hiniesta por la Alameda, columna por columna: los hércules frente al astil de la cruz de la Buena Muerte a cuyos pies llora la Magdalena. Qué diferencia entre la imagen de esta prostituta arrepentida ante el Cristo muerto y la arrogancia marcial que exhiben para impresionar a Sevilla Hércules, que la fundó, y Julio César, que la cercó. A la Virgen, procesión cívica municipal en su presidencia, vámonos a buscarla por Correduría.
Aprieta el paso, que nos vamos para Triana. Al puente, porque el Altozano ya está imposible, o a esperarla en Sevilla. Pero, ¿cómo, no estamos en la misma ciudad? Sí y no, que el río es frontera aunque Triana se cuele hasta su misma puerta hoy derribada, donde Reyes Católicos cede el testigo aSan Pablo. Cómo viene el Señor de las Penas y qué elegancia derrama la afligida Estrella no de la mañana, sino de la tarde que empieza a declinar después del inacabable discurrir de tantísimos tramos de nazarenos de antifaz azul terciopelo. Valió la pena la espera, pero anda lo que tenemos por delante.
Anda porque vamos camino de San Juan, el mártir bautista al que apodan de la Palma. La salida está imposible y eso que falta tiempo todavía. Mejor lo intentamos a la vuelta. Aún no ha salido el Silencio Blanco y ya estamos buscando la entrada del Despojado de sus Vestiduras y la Virgen de los Dolores y Misericordia. Qué hermoso recorrido de vuelta, atravesando el Arenal y luego por Castelar o por Gamazo antes de desembocar en la plaza de Molviedro por el apellido del arquitecto que remodeló el antiguo compás de la Laguna donde tenían asiento y catre no pocas casas de mancebía. Luego se asentó un mercado de pan y verduras y después de eso, el declive. Pero dejemos esa historia de abatimientos urbanísticos, que es momento de venirse arriba.
La Virgen de Gracia y Esperanza apenas puede pasar por la estrechez de Caballerizas y afortunado es quien retiene ese momento único en el que a compás la cera llora. Pero por Águilas hay más espacio y suenan mejor los tambores de la Centuria que acompañan al Señor de las Penas en su trono de oro. La noche está fresca, pero aún queda emoción para caldearla.
Por Santa Ángela, por ejemplo, cuando las voces blancas de las monjitas le rezan cantando a la blancaAmargura encarnada. Antes ha pasado el barco de Jesús del Silencio ante el Desprecio de Herodes mandando callar a los que dicen que los misterios sólo se pueden mover con estridencias. No hay cansancio que valga, que vamos a rematar el día casi donde lo empezamos.
En el Salvador muere por Amor el Domingo de Ramos. Muere el día cuando el palio del Socorro nos deja a oscuras en el Salvador. Es la misma plaza, la misma rampa y la misma cofradía que de día desparramó sus infantes a primera hora de la tarde. Somos nosotros los que no somos los mismos.
